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jueves, 22 de abril de 2010

El Bautismo en El Espíritu, Parte III


Continuando con el artículo anterior, ya he definido lo que es el bautismo en el Espíritu, ahora bien surgen algunas preguntas al respecto, si soy creyente, ¿puedo ser bautizado en el Espíritu Santo?, y ¿Quién bautiza en el Espíritu?, porque entiendo, que así como soy bautizado en agua por alguien autorizado por Dios, también debo ser bautizado en el Espíritu. Empiezo por contestar, ¿quién bautiza?:

Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. (Mateo 3:11).

El último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido glorificado. (Juan 7:37-39).


Y en el libro de Hechos capítulo 1 verso 5 que transcribí en el artículo anterior, también Jesús habla referente a esa promesa (Juan 14) y que serían bautizados en el Espíritu, de tal manera, que quien bautiza es nuestro Señor Jesucristo. Con respecto a la interrogante de si ¿puede todo creyente ser bautizado?, transcribo las Escrituras:

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. (Hechos 2:38-39).

Aunque este verso es sumamente claro, te puedes preguntar ¿a quién le estaba hablando Pedro?, a partos, medos, elamitas, los que habitaban en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, romanos residentes, judíos, prosélitos, cretenses y árabes. A esta multitud le estaba hablando Pedro, y él al final de su discurso realiza una aseveración, ¿para quién es la promesa?, “para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. ¿Has sido llamado por Dios? (Juan 10:3-4), si eres una oveja del Señor, puedes estar seguro que fuiste llamado por Él, por lo tanto, para ti es esta promesa.

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